Amado Nervo, el periodista que vaticinó en 1896 la prensa digital

José Antonio Aspiros Villagómez

Textos en libertad

Amado Nervo, el periodista que vaticinó en 1896 la prensa digital

Amado Nervo, el periodista que vaticinó en 1896 la prensa digital
Abogacia
Mayo 28, 2014 12:51 hrs.
Abogacia Nacional › México Ciudad de México
José Antonio Aspiros Villagómez › diarioalmomento.com

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El periodista Manuel Buendía fue asesinado hace 30 años (30-05-1984). Algunos de sus colegas lo han denostado; otros, lo siguen recordando.

El poeta y escritor Amado Nervo fue también periodista. Publicó artículos, crónicas de teatro, ópera, deportes y sociales, además de crítica y géneros literarios, con su nombre o con alguno de sus varios seudónimos. Lo hizo en 1892-94 en El correo de la tarde (Mazatlán), y entre 1894 y 1918 en medios de la Ciudad de México como El Nacional, El Universal, El Mundo, El Imparcial y las revistas Azul y Moderna, además de diarios de Argentina y Cuba, y la revista Ateneo de Madrid.

Su faceta periodística fue explorada por Mayra Elena Fonseca Ávalos, autora del prólogo y coordinadora de la recopilación ‘Amado Nervo, periodista’ (Coneculta Nayarit, 2008).

Y en su libro ‘México: 200 años de periodismo cultural’ (Conaculta, 2012) Humberto Musacchio incluyó algunas reproducciones facsimilares de lo escrito por Nervo en la Revista Azul, la más destacada entonces, y en la Revista Moderna donde narra su primer encuentro en París con el nicaragüense Rubén Darío.

Pero fue en las casi dos mil páginas a dos columnas y pleca central, de las ‘Obras completas’ de Nervo (Aguilar, 1955), donde localizamos todos los artículos de 1895 y 1896 aparecidos en El Nacional con el seudónimo de Rip-Rip, recopilados antes por Francisco González Guerrero con el título de ‘Fuegos fatuos’ (Porrúa, 1951).

Según el propio González Guerrero en la introducción a las ‘Obras completas’, en sus trabajos periodísticos Nervo “no fue indiferente a los temas vitales, pero es cierto que prefirió los que respondían a su sensibilidad y a sus gustos”. Y lo hizo con un estilo sobrio y discretamente elegante; rechazó los adjetivos (que ahora tanto gustan a muchos periodistas) y propuso volver “a la limpidez, a la serenidad, al espléndido aislamiento del sustantivo”.

Y propuso, como si trabajara en una agencia de noticias, quitar “la hojarasca de palabras inútiles”. Además rechazaba el derroche de neologismos y la opulencia verbal. Decía que, para expresar algo, sólo se necesitaba “la palabra justa”, si bien era preciso saber juntar los vocablos, porque “las palabras sufren de verse mal unidas”.

Gabriel García Márquez dijo una vez que sufría como perro cuando veía lo mal escrito que estaban los periódicos, pero ya en el siglo XIX Nervo había propuesto trasplantar a México la idea que leyó en un diario español, de crear un impuesto sobre las faltas de ortografía, porque en la capital mexicana “se asesina a la ortografía por atavismo”.

Pero antes que juntar bien las palabras, el nayarita aseguró que para escribir un artículo “no se necesita más que un asunto: lo demás… es lo de menos” pues “hay en el periodismo mucho de maquinal”, donde “lo más importante es (…) llenar las cuartillas de reglamento con cualquier cosa”.

La extensión de los artículos era de una columna, pero en “los reportazgos” la cosa era peor aún pues “un repórter hábil” que “gana uno cincuenta por columna”, tiene que escribir tres columnas de cualquier noticia, así sea trivial”, para cobrar más.

El periodista Nervo registró, así mismo, cómo “vamos lentamente dislocando la significación de tales y cuales palabras, de tal suerte, que al cabo de cierto tiempo ni su propio padre las conociera”. Y puso como ejemplo los términos ‘simpático’, ‘virtuoso’ y ‘cursi’, que en sus tiempos ya servían para referirse eufemísticamente a “la fea pasadera”, “la fea impasable” y a quien “no tiene dinero”.

También criticó a los “buenos caseros” que invitan a sus fiestas “al escritor, al periodista (…) para que elogie los caldos que otros tragan”, y se hacen “pagar una chuleta mal guisada acaso, con (…) una columna de elogios”.

Sus colegas tampoco quedaron a salvo, pues al comentar la desunión entre los periodistas de entonces, consideró que se debía a que “en México, todos los que poseen tantito así de substancia gris, empiezan por engreírse de ello, y concluyen por infatuarse volviéndose insoportables”.

Rechazó que el periodismo fuera “el 4° Poder de las Naciones” y consideró que era “preciso que el público suba hasta el periódico y no que el periódico baje hasta el público”. En otro artículo agregó que “el periódico y el público son dos potencias que se complementan y aún se identifican (…) el público, analfabético y todo, ama la independencia en el periodismo”.

Sólo que, en los tiempos de Nervo (¿como ahora aunque ya no sean en papel?), en México se fundaba en promedio un periódico por semana y luego desaparecía. “Regularmente, si son semanarios, viven tres meses; si son diarios, uno”, debido a que su plan era “nacer; defender o atacar al Gobierno hasta obtener algo, y después… echarse a dormir, tirando cien o doscientos ejemplares para dar fe de su existencia”.

Y ya había entonces cierta prensa cuya conducta no era “respetable”, porque muchos periódicos “se dejan llevar de odios gratuitos, de antipatías razonadas”.

En esos años, para fundar un periódico se necesitaban “dos cosas sine qua non: un editor de talento, y dinero, mucho dinero”, además de periodistas, los cuales “exigen buenos sueldos (porque) tienen mujer, visten decentemente, van al teatro y no sueñan en metafísicos ideales”. Ya no valía “el periódico-apostolado”, sino el “periódico-empresa”, y los periodistas, “siendo, como deben ser, los paladines del progreso, comen y visten exactamente como los demás hombres y prefieren, a una melena romántica, un sombrero de copa.”

Pero también comentó que “hoy por hoy en este país, vale más ser corista del Principal que paladín de ideas que no digiere aún el pueblo, de principios que no entiende, de ideales que no columbra su pupila miope”.

Una vez, Nervo informó que “¡El periódico-teléfono sustituirá muy en breve al periódico impreso!”, pues “ya existe en Budapest una empresa “con quinientos cincuenta kilómetros de hilos telegráficos y seis mil abonados, que sin moverse de su despacho, reciben tempranito los últimos telegramas de la noche, las cotizaciones de la Bolsa, las notas teatrales, las de Policía, etc., con intervalos de minutos”. Y vaticinó que el “día llegará” en que también resulte lento ese servicio, “Entonces vendrá, acaso, el periódico hecho de caracteres eléctricos, que aparecen en una placa a la vista del abonado… ¿Y después…? ¡Más vale detenernos aquí!”

Que conste: todo esto lo escribió Amado Nervo hace 118 años.

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